miércoles, 18 de mayo de 2011

Señales

El hombre avanza penosamente por los pulcros pasillos del hospital. Se siente perdido, literal y espiritualmente. A las puertas se le suman más puertas, y sus ideas se internan en túneles cada vez más negros. Su cuerpo se ha convertido en una trampa mortal. Mortal. Al final, la muerte es el único destino del ser humano. ¿Para qué tanto dolor, entonces? El hombre mira el sobre blanco que tiene en la mano y cree ver una delgada cruz negra sobre él. Su corazón se acelera y luego parece detenerse. La muerte es impaciente. El ascensor se detiene ante él. Un médico y una joven enfermera corren llevando una camilla. Lucharán por salvarle la vida a esa chica que está empezando a vivir. El hombre sabe que no vale la pena. Morir cuanto antes es lo mejor, antes, antes, antes del sufrimiento inevitable que lleva al mismo final. En la cabeza del hombre todo es oscuridad. Mira al niño que baja a su lado en el ascensor, tomado de la mano de la madre. Piensa en sus hijos. Piensa en Dios. Busca una respuesta a su alrededor; no la hay. Al salir del ascensor oye un pitido, el inconfundible anuncio de que otro hombre dejó de existir. Se desespera: se da cuenta con terror de que las señales divinas no existen, de que no existe esperanza. Llega a la puerta de salida. Un segundo antes de que ese sonido fatal se apague, el hombre escucha uno nuevo: el llanto emocionante de un bebé que acaba de llegar al mundo.

lunes, 2 de mayo de 2011

El sufrido caballero de Yorkshire

          ¿Qué es eso de llevar un perro en los brazos alzado?, ¿es un perro o una pequeña persona? Es muy molesto ver a la gente tratando a un dócil animal, como a un bebé, y creerse responsable o importante ante semejante actitud. Bastante repugnante es a su vez, ver como dejan que el estúpido can les pase su babosa lengua por la boca o la cara, y sonríen alegremente como si las conexiones neuronales no les funcionasen. Pensar tan solo que ese hocico olfateo otros traseros perrunos, pisos o superficies por donde pasan incontables suelas de zapatos sucios, restos putrefactos de basura acumulada, paredes orinadas por machos territoriales, restos fecales de perros ajenos; un verdadero asco de naturaleza nauseabunda. Cualquier perro hace estas cosas y otras tantas que no vemos pero sospechamos, los perros poseen agentes bactericidas en su saliva siete veces más potente que la de su dueño. Entonces es como chupar el piso o comer basura, pero en directo contacto desde la simpática boca de la mascota favorita, es entregar la salud al azar bacteriológico del momento.
La paranoia del hipocondríaco dueño de perros consciente del peligro latente, pudo ser exagerada, pero el terror simulado en estos no se aleja de aquel que es testigo directo o participe, del macabro trato personalizado que le propician a estas inútiles mascotas. No solo le hablan al cachorro como si éste les fuera a hablar con una graciosa voz de loro, sino que lo decoran al gusto o excentricismo del perturbado mental del dueño/a. Sujetos que gozan de la compañía de bolas de pelo disfrazadas de seres humanos, disfrutan darles un trato personificado con comestibles y productos de egoísta elección, con el fin de mostrar a su prójimo lo mucho que le importa el animal. Existen otros personajes que buscan extender su personalidad molestando al canino, lo introducen en lugar posible que le permitan acceder con la bestia peluda, al punto de hacer una escena de berrinches sino dejan ingresar al jadeante animalito para acompañar el café. Pero es absolutamente enfermizo para esas criaturas ser transportadas en símil carros de bebé, un malintencionado pensamiento diría que esa mujer no pudo tener hijos entonces pasea perros. Muchas veces no es el caso, hay madres que llegadas a una edad avanzada, psicológicamente reemplazan la ausencia de sus hijos o nietos, con estos especimenes cuadrúpedos de sucias costumbres.
Imaginemos por un instante que somos un pequeño perro, totalmente dócil y esclavo de tirones caprichosos de decisión errática y molesta, nos dan varios gustos que ni siquiera comprendemos pero nos los dan. Nos sostienen al punto de asfixiarnos, es como una prisión domiciliaria pero con el grillete al cuello, nos permiten vivir lo más parecido a ellos pero con las limitaciones de nuestro tamaño. El tema es que llegamos a creernos parte de la familia, y no reconocemos que somos perros y no humanos; nos volvemos celosos, agresivos y territoriales, pero para la gente es muy gracioso dado que las dimensiones no atemorizan a nadie. Los quisiera ver si fuéramos de raza Rottwailler u Ovejero Alemán, de seguro nos respetarían estos buenos para nada, que lo único que saben hacer es tratarnos como niña consentida.
Disculpen, es que esta comezón me sigue desde ayer…un poquito más y ya estoy con ustedes… Son los nervios que crispan mi pelaje, rememoro todo lo que me provoca esta repugnante vida de perro, y quiero morder hasta la fastidiosa de mi dueña. Se le antoja salir de compras y me levanta de mi cómodo rincón como si fuese un papel, viajamos en esa cosa que se mueve sin cesar y lo único que consigo son mareos, aquí adentro el aire no corre ni un poco. Ella se baja y me deja ahí dentro encerrado, es una locura lo que luego sucede, los miedos se apoderan de mi y siento que todo se mueve, todo es grande y me causa enormes esfuerzos llegar a un lugar seguro. Casi siempre termino en el piso todo orinado de terror por los ruidos que no conozco, o rodeado de restos de comida que despido en la alfombra, cuando ya no soporto el agobiante calor y el estomago se da vuelta. Ni contarles lo que siento cuando me mete entre sus brazos, siento que voy a explotar, no mide su fuerza, la cabeza se llena de sangre y dolor, no me queda otra solución que chillar como loco. Lo más frustrante para un macho reproductor como yo, son los vergonzosos paseos en esa canasta con ruedas, las demás perras me observan con gracia, el aire es abundante allí arriba pero imprescindible sostener el equilibrio. No, ahora que lo recuerdo, lo peor de lo peor es el baño en manos de esas bestias imprudentes, te sacuden hasta el último pelo violentamente, mojan mi cuerpo con una sustancia pegajosa, me vuelven a mojar con agua que sale a una velocidad mortal, y luego me secan con aire caliente que marea con ardor.
Si señores, no hagan la vista a un lado, esta es la vida de un perro acompañante de una vieja viuda y con plata, la verdad es que mi vida es muy triste, con reconocer que a veces deseo estar con otros perros solo para sentirme parte de mi especie. Y vergüenza me da confesar que estuve contadas veces con una hembra, encuentros fugaces donde el placer y el amor a primera vista, se alejaban con otro dueño, que ni siquiera me permitía más tarde ver a mi anterior descendencia. Esto y muchas más situaciones que me ahorro contarles, me han sumido en una terrible depresión, el sentirme tan inservible que me ha llevado a múltiples intentos de suicidio. Casi todas las noches sueño con ser libre, correr por el pasto sin que nadie me diga que no hacer, vivir como un verdadero perro merece existir. El intento que me costo la vida, fue acercarme a un perro callejero que sabia era muy agresivo, todos subestimaban a mi raza por parecer tan dominada, pero dentro de este cuerpecito hay una bomba sin detonar. Anteriormente quise pasar al otro plano de una forma bastante ingenua, me puse delante de un niño y su bicicleta, opción que pronto descarte al sufrir varios días de cuidados intensivos y pruebas dolorosas de todo tipo. Hasta que el oxigeno lleno mi cerebro de sangre, y pude idear mi liberación definitiva, simulaba ser el tonto de siempre pero mi plan era realmente macabro. Una tarde salimos a pasear con la dueña de la correa. Llegamos cerca de una esquina muy transitada, y de repente conocí ese caminar experimentado, un par de veces había querido entablar contacto conmigo pero esta aguafiestas gritaba mientras me elevaba en su sobaco apestoso.
            − ¿Qué tal vecino?, hacia tiempo que no nos veíamos.
− Chiquito consentido pareces una hembra con todas esas cosas.
− Viste, esto es lo que me ha tocado, no lo soporto más, desearía andar como vos,   libre…
Bueno Chiquito, por lo menos tenés algo que comer todos los días, y un lugar cómodo donde dormir.
− Sí, seguro, pero esta vida de rehén atado no se la deseo a nadie amigo.
Tranquilo petiso, no te pongas nervioso sino tu dueña va a empezar a chillar como la otra vez.
− ¿Te puedo pedir un gran favor, y prometo que no molesto más?
Depende amigo, soy callejero pero no hago cosas raras, ¿te querés escapar?
− Algo parecido, …quisiera que me tomes del cuello hasta quitarme el aliento.
Estas loco Chiquito, una vez mate a uno así pero fue porque tomo de mi comida sin permiso.
− Por favor amigo!, libérame de este infierno, quiero volver a nacer y ser libre.
No sé, entiendo que debe ser difícil vivir con algo así, yo no soporto tener cosas encima.
− Mordéme el cuello lo más fuerte que puedas, que sea rápido, se que dolerá un poco pero el precio es valioso amigo, no encuentro otra salida a mi vida, te lo juro!...
           
Recuerdo con satisfacción la cara de espanto de esa vieja descuidada, que dejo en manos de un perro asesino y callejero, la vida que egoístamente le pertenecía en ese momento. Creo que la mayor desilusión no fue tanto mi muerte, porque después se compra otro igual a mi, lo que más le dolió fue perder esa dócil posesión que le permitía ser alguien. Sufrí un poco –pero no tanto como lo que me hizo padecer esta mujer-, sí, pero la dulce liberación se la voy a agradecer eternamente a ese negro callejero, talvez me critiquen por no haber ideado otra salida, es entendible pero el resultado fue a corto plazo. Ahora la paz que tengo se la recomiendo a todo perro o animal que sufra maltrato humano, todavía pienso quedarme un tiempo más en esta apacible dimensión, me han ofrecido volver no solo en perro, pero sigo estudiando las opciones más cautivantes. Al agua le tengo un poco de aprehensión aunque nazca provisto de agallas, me parece que delfín es muy ambicioso o arriesgado, la segunda opción sería reencarnar como caballo cimarrón, lo veo factible porque me gusta correr en libertad por la tierra. La última posibilidad es mejorar la triste raza anterior, ser un Yorkshire fue patético para mi curriculum, me interesan varias razas de mayor porte que no sean agresivas. Me han dicho que los Labradores son muy aconsejables, o si quiero energía y correr mucho, que vuelva como un perro de caza, talvez Bretón como un viejo amigo de aquí. De todas formas lo que les conté solo difúndanlo entre nuestros pares, no creo que a los humanos les interese esta historia de maltrato animal, y menos en lo que un espíritu decida encarnar. Pero me alienta que por estos lugares me incitan a volver como perro con una familia joven, ya que según ellos no conozco el amor de ciertos humanos, en especial de los niños de gran corazón...
                                                                                                  Miguel del Soler